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LA CUMBRE DE CARTAGENA. UNA BUENA OPORTUNIDAD PARA QUE NUESTRO VICEPRESIDENTE REALIZARA UNA INVESTIGACIÓN SOBRE UN TEMA CANDENTE EN LA REGIÓN


Por Fernando Morales 20 de septiembre de 2016
Capitán de Fragata (RN), maquinista naval superior (veterano de guerra de Malvinas), licenciado en Administración Naviera, perito naval, diplomado como oficial del Estado Mayor Especial y vicepresidente de la Liga Naval Argentina


El proceso de paz resulta más complicado de lo que parecía, la población civil posee más sospechas que esperanzas.


Cartagena de Indias alberga por estos días a marinos de diversas partes de América y Europa reunidos en la cumbre anual más importante del mundo marítimo. La ocasión resulta propicia no solamente para abordar la problemática de la defensa naval y el comercio marítimo, sino además para inmiscuirse de lleno en el gran tema nacional colombiano por estas horas: el proceso de paz con las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC).



En los claustros académicos y militares, pero también en cada rincón de las calles, al abordar un taxi, concurrir a un comercio o a un restaurante, el tema resulta excluyente. Una formidable campaña publicitaria oficial que incluye radio, televisión, volanteadas callejeras y hasta reparto de panfletos a los transeúntes (método también utilizado por la oposición) torna esta crónica totalmente insoslayable.


Infobae conversó durante toda una semana con oficiales superiores y subalternos de la Armada Colombiana, pero también con profesores universitarios, sindicalistas, empresarios de diversos sectores de la economía nacional y con hombres comunes de la calle, desde taxistas hasta conserjes de hoteles. Una suerte de pequeña muestra social que arroja un resultado mucho más que preocupante.


El presidente Juan Manuel Santos se juega el todo por el todo a favor de la aprobación de la consulta popular convocada para los próximos días y durante la cual la ciudadanía (en voto optativo) deberá expedirse sobre si ratifica o no los acuerdos recientemente firmados en La Habana entre el Gobierno colombiano y la principal fuerza guerrillera de este país.


Más de cincuenta años de sórdidos enfrentamientos armados, secuestros, extorsiones y atentados varios han teñido de sangre en forma trasversal a la sociedad de Colombia. A primera vista, es dable suponer que esa sociedad está ansiosa por cerrar esta tragedia nacional.


Pero, al parecer, la cosa no es tan así. En primer lugar, el grueso de la población civil tiene serios reparos en los términos del acuerdo, ya que buena parte de estos son secretos. Pedro (oficial de la Armada Colombiana) y Carlos (empleado del hotel que nos alberga) dan un testimonio patéticamente coincidente: "El acuerdo peca de una tremenda dosis de ingenuidad política, se está en la práctica equiparando a guerrilleros criminales con soldados regulares que combatieron y murieron protegiendo a la población. Es inadmisible que representantes de la guerrilla integren ahora en forma oficial un organismo gubernamental garante de los acuerdos".


Por otra parte, para algunos profesores universitarios consultados por este medio es más que claro: "Los terroristas entregarán tal vez sus armas largas, pero conservarán su armamento de puño y eso será un peligro latente, ya que el Gobierno no puede garantizarles su integración a la vida laboral del país y se volcarán a la delincuencia por sus propios medios". "Además, los acuerdos sólo alcanzan a las FARC y existen otros grupos guerrilleros sobre los que nada se dice".


En una proporción infinitamente menor, algunos consultados prefieren confiar ciegamente en la estrategia pergeñada por el presidente Santos (la que no comparte, claro está, su predecesor en el cargo, Álvaro Uribe). Sostienen quienes apoyan la iniciativa que tanto ciudadanos comunes como guerrilleros ya están hastiados de este enfrentamiento y que todos ven a los acuerdos de paz como una bendición.


En el corazón de bases y cuarteles militares, reina la desconfianza, sustentada mayoritariamente en un eventual achicamiento de las estructuras militares (el Gobierno lo niega enfáticamente) y una drástica reducción del presupuesto destinado a ellas para derivarlo a políticas de inserción laboral y ayuda social a sus hasta hoy enemigos. "Toda la estructura y doctrina militar de nuestros institutos está orientada a la lucha contra la guerrilla, no es lógico pensar que terminada esta amenaza no se quiera redimensionar a las Fuerzas Armadas y policiales, pero nadie nos lo dice y no podemos formar a nuestros hombres si no saben cuál será su futuro", nos indica un instructor de la Escuela Naval Colombiana.


En el sector empresario, el temor radica en que un relajamiento de la contención a la actividad extremista dé paso al gran riesgo de un recrudecimiento repentino de la guerrilla, la que, al no contar con un oponente en alerta, termine afectando seriamente los indicadores sociales y económicos de un país que se considera asimismo como el más importante del Caribe.


No lo dicen pero una recorrida por las principales terminales portuarias permite apreciar la fuerte presencia que autoridades de los Estados Unidos de Norteamérica en el control de la mercancía que transita por allí. Aduana, Agencia Antidrogas (DEA, por sus siglas en inglés) y fuerzas especiales de Estados Unidos tienen vía libre para monitorear cada contenedor que entra o sale del territorio colombiano. La droga es la excusa, la guerrilla y el tráfico de armas son, en parte, el fondo de este seguimiento cuerpo a cuerpo.


Puede decirse sin temor a error que siete de cada diez entrevistados están seguro o casi seguros de que votarán por el "no" en el próximo referéndum, lo que nadie sabe (o no quiere responder) es qué pasará si finalmente la población le da la espalda al presidente Santos. Todavía hay decenas de rehenes cautivos en recónditos lugares de la selva, todavía la estructura militar de las FARC está intacta y todavía está fresca la imagen de Santos tendiendo su mano a los "enemigos de ayer". Si bien hay un cese de fuego unilateralmente decretado por la guerrilla, el triunfo del "no" puede traer a estas aguas un tsunami de proporciones mucho mayores a lo que causa en otras regiones del Caribe la madre naturaleza.


Fuente: Infobae