En la actualidad si hablamos de “el relato” inmediatamente viene a nuestra mente la genérica denominación que se le da a la particular visión oficialista de la realidad nacional.
No obstante, los argentinos tenemos especial adicción a los relatos; y si los mismos son lo suficientemente repetidos los adoptamos como verdad revelada.
Durante años estudiamos en las aulas sobre los hitos de nuestra independencia, y nos ilustramos con libros de texto; aprendiendo como French y Berutti repartieron cintas celestes y blancas en aquellos días de mayo de 1810 mientras el pueblo frente al Cabildo se agolpaba tapando el cielo con sus paraguas.
Después descubrimos que las cintas no eran ni celestes ni blancas y que el paraguas no se había inventado aún. Pero…El relato es el relato.
La historia de la patria está llena de relatos, fábulas o creencias que van integrando en mayor o menor medida nuestro acerbo cultural y las que cada tanto son reformadas, modificadas o anuladas, si es que políticamente resulta conveniente.
La muerte de Margaret Tatcher y la proximidad del 2 de mayo, han revitalizado uno de los tantos
relatos a los que solemos adherir los argentinos con total buena fe y ante la ausencia de mejores
explicaciones sobre un determinado tema.
Masivamente hemos “comprado” el argumento sobre el “Crimen de Guerra” que cometió la ex premier británica al ordenar el hundimiento del crucero ARA General Belgrano.
Además nos aferramos a ese pensamiento, creyendo fervientemente que de esa forma exaltamos aún más la figura de los 1093 tripulantes de la nave y en particular el recuerdo de los 323 muertos que dejó como saldo el ataque de nuestro enemigo.
No obstante, a lo largo de estos años; muchos especialistas internacionales y de nuestra propia armada (incluyendo al ex comandante del crucero y la mayoría de los sobrevivientes) han levantado respetuosamente la voz para indicar que los sucesos de aquel 2 de mayo de 1982 a las 16:01 hs., fueron parte de una acción legítima de guerra; cruel -como todo acto de guerra- letal y sorpresiva, pero alejada de constituir un crimen.
Hablar de Malvinas y de todo lo que rodea a aquellas jornadas vividas entre el 2 de abril y el 14 de junio de 1982 es complicado por varias razones; pero hay una que se impone a cualquier otra: la mayoría de los veteranos de Malvinas estamos aún vivos y sentimos que tenemos derecho a ser escuchados y respetados.
Si el hundimiento del Belgrano fue un crimen, sus tripulantes serían victimas y ellos son los primeros que no se sienten así. Son Señores veteranos de guerra con mayúsculas, negrita y subrayado.
Estaban en acción de guerra, lo que no tiene nada que ver con estar combatiendo en el preciso momento en que fueron hundidos. No estaban posicionados en las coordenadas 55° 24´sur y 61° 32´oeste de casualidad. Navegaban rumbo a la Isla de los Estados para agruparse con otras unidades navales y formar parte de una maniobra táctica que pretendía cortar el paso a la flota enemiga.
Lo hemos dicho en otra columna. Un buque militar, armado, equipado con toda su tripulación de combate en aguas protagonistas de un conflicto bélico, no será nunca considerado como un objeto inocente o inocuo para el enemigo.
Si bien es cierto que se la nave se encontraba algunas millas fuera del tan nombrado circulo de exclusión, parecería ser que aún no hemos comprendido que cuando un país entra en guerra lo hace en su integralidad territorial, no hay rincones de la patria que estuvieran excluidos de la misma y mucho menos podemos argumentar que “aceptamos” los límites que el propio enemigo había impuesto.
Si el Belgrano fue objeto de un crimen de guerra, no fue en el atlántico sur; posiblemente lo fue en aquella jornada del 7 de diciembre de 1941 cuando bajo la denominación de USS Phoenix fue víctima de la acción japonesa en la bahía de Pearl Harbor, de la que milagrosamente salió indemne. Y luego de la cual los Estados Unidos ingresaron formalmente en la segunda guerra mundial.
Con la misma pasión que ponemos para todo aquello que concita nuestro interés, la causa Malvinas es tal vez la única que nuclea a casi la totalidad de los argentinos y nos hace alinear en lo que es nuestra absoluta verdad LAS MALVINAS SON ARGENTINAS.
Pero lamentablemente fue la Argentina (desde ya que en manos por aquellas épocas de quienes ocuparon ilegítimamente el poder) la que inició las acciones militares. La orden a las tropas de desembarco eran claras “Tomar el control de la gobernación evitando el derramamiento de sangre Kelper o Inglesa”. La misma fue cumplida a rajatabla por los integrantes de la fuerza de desembarco y su cumplimiento costó la vida del primer héroe de la guerra el hoy capitán de fragata post mortem Pedro Ghiachino.
Una vez desatada la maquinaria bélica resulta difícil suponer lo que el enemigo no hará, para asegurar su victoria.
La tragedia del “Belgrano” nos hace olvidar o desconocer otros actos de guerra con saldos lamentables para nuestros hombres y mujeres. El hundimiento del “Isla de los Estados”, del “Narwall” y del” Carcarañá” todos buques mercantes desarmados pero que representaban interés militar para la marina real; estas acciones contra nuestras naves resultan obviamente crueles a nuestros ojos, pero aquellas naves y sus indefensas tripulaciones representaban un apetecible blanco estratégico y no podemos hablar de crimen alguno.
Cuando los veteranos leemos y escuchamos hablar de nosotros mismos, muchas veces sentimos que se nos quiere honrar por demás o nos ocurre que pensando que nos agrada lo que escuchamos, nuestro ocasional interlocutor dice barbaridades que nos hieren o incluso nos ofenden.
Los jóvenes soldados, no quieren ser llamados “Chicos de la Guerra”, las mujeres que colaboraron desde distintos lugares no quieren ser ignoradas o escondidas, los oficiales y suboficiales de las fuerzas armadas y de seguridad que combatieron no quieren cargar con la decisión política de ir a la guerra, ya que ellos también arriesgaron su vida en una contienda que no decidieron; los marinos mercantes, pilotos civiles y demás personal desarmado que puso en juego su vida sin contar con la menor protección personal, no puede ser reprochado por no disparar, no estaban allí para matar a nadie sino para ayudar a los combatientes.
En ese orden de pensamiento, mientras cada uno de nosotros se informa, se instruye y se esclarece sobre la verdadera situación del Crucero Gral. Belgrano, tengamos presente que 1093 hombres de nuestra Armada, se hicieron a la mar para combatir, para defender a su patria y cumplir el juramento de lealtad a nuestra bandera. Ahora mismo y antes incluso de dejarnos llevar y comentar esta columna, tomemos un par de minutos para distinguir la incomprensible crueldad de la guerra, con un crimen. Les aseguro que los ex tripulantes de nuestro crucero se los agradecerán.