En los últimos días, tuvo difusión el accionar de paramilitares embarcados en un buque mercante de ultramar, a efectos de defender a éste y a la tripulación de los ataques de piratas somalíes que abordan las naves para luego pedir rescate por éstas y sus tripulaciones.
Muchos armadores están tomando este tipo de medidas a efectos de tratar de proteger su capital frente a un flagelo creciente que amenza con seguir creciendo día tras día ante la falta de medidas concretas para su erradicación.
Sabido es que a nivel internacional, es la ORGANIZACIÓN MARÍTIMA INTERNACIONAL (OMI) la encargada de entender en todo lo relacionado con las condiciones en las que se desarrolla la navegación comercial.
En los ùltimos años, la OMI no ha cesado en la creación de convenios que han transformado al arte de navegar en una compleja tarea que incluye infinidad de cursos, cursillos, controles y verificaciones que supuestamente tienden a reducir la contaminación de los mares y la reducción de los accidentes marítimos.
Contrariamente a lo esperado, el índice de siniestros marinos va en aumento, con tragedias cada vez más llamativas por el alto grado de negligencia que exiben los tripulantes o las dificultades de comunicación entre los mismos por la proliferación de triupulaciones multi raciales que difícilmente se logran comunicar con fluidez entre ellos.
Países como la Argentina, han hecho de estas regulaciones un verdadero CAOS, muchas de las autoridades encargadas de aplicarlas no tienen la menor idea de lo que es un buque mercante. Surgen así exigencias descabelladas a los tripulantes, se inventan cursos que reditúan suculentos negocios a fundaciones privadas que dictan una y mil veces los mismos cursos que no aportan nada nuevo y a los que los tripulantes son obligados a asistir una y mil veces. Se ha llegado a pensar en pedir a los tripulantes que se presenten en oficinas administrativas portando el libro de rol; como si ello resultara posible. Locuras como esta se pueden contar de a cientos con sólo escuchar a los desdichados tripulantes a los que el destino los coloca en la difícil tarea de rehabilitar un título o realizar un curso inútil pero obligatorio.
También es sabido por quienes ejercen la profesión de marino mercante, que los buques se han transformado en usinas burocráticas en las que lo más importante no es la seguridad operativa, sino que los formularios exigidos para cada caso se encuentren debidamente confeccionados.
Así las cosas, una de las más curiosas recomendaciones de OMI para contrarrestar los salvajes ataques de los modernos piratas es la de combatir a éstos con la utilización de las mangueras de incendio del buque. La norma incluso fija la presión máxima de agua en la punta de la lanza para evitar dañar a los agresores.
Sin bien Argentina está (por ahora) libre de piratas del agua, (del asfalto hay y de sobra) institutos de formación como la Escuela Nacional de Náutica, han dejado de instruir a sus cadetes en cuestiones relativas a la defensa personal y al manejo de armas. Por alguna extraña razón las autoridades de la Armada Argentina han confundido la abolición del servicio militar obligatorio con la necesaria formación de un oficial de la marina mercante en algunas cuestiones.
Siempre se creyó que los marinos mercantes, aprendían a manejar armas por una cuestión relativa al cumplimiento de la "colimba", pero esto no es así. Lo hacían porque eran y siguen siendo Oficiales de la Reserva Naval. Pero además, porque el manejo de armas de puño es parte de la formación básica de un marino. Si bien en nuestro país ya prácticamente no existen buques bajo pabellón argentino; era tradicional en nuestra flota mercante la presencia de armamento de puño en custodia del capitán, para ser utilizada en caso de necesidad por la oficialidad. Es cierto también que la calidad de formación de nuestros oficiales atraviesa en estos momentos (según especialistas en la materia) su nivel más bajo en los últimos 30 años.
Volviendo al tema central de esta nota; mientras la OMI sigue pregonando la ausencia de armamento a bordo, la realidad está marcando otra cosa. Los armadores comienzan a contratar personal paramilitar fuertemente armado para defender al buque y su tripulación de los cada vez más frecuentes intentos de abordaje pirata.
Estos nuevos tripulantes, que no realizan cursos STCW, que no necesitan la firma de una autoridad marítima en su libreta de embarco y que no necesariamente se subordinan a la autoridad del capitán, constituyen una nueva suerte de INFANTES DE MARINA MERCANTES, hombres especializados en armas largas, en lucha cuerpo a cuerpo y tácticas de defensa de terreno (aunque el terreno en este caso sea el propio buque).
Por una navegación más segura con mares mas limpios… reza uno de los slogan de OMI. Curiosamente, algo está saliendo mal; ya que no hay semana en la que no nos enteremos de una tragedia marítima. Nunca en la era moderna hubo tanta inseguridad marítima y nunca antes una institución como OMI, ha sido tan funcional a la proliferación de piratas armados con metralla o a otros de menor cuantía armados de sellos y diplomas que lucran sin sangre con nuestra profesión y nuestra necesidad de trabajar.
Fernando C. Morales
Maquinista Naval Superior VGM
Perito Naval - Lic en Adm. Naviera