ELMA, Empresa Líneas Marítimas del Estado, fue desguazada y olvidada por todos los gobiernos que sucedieron a la gestión militar, que fue la que ordenó la liquidación de ELMA y Flota Fluvial del Estado Argentino. Entre las dos cubrían el tráfico de ultramar y el fluvial, y lo hacían con bastante eficiencia, aun cuando se vilipendiaban recursos y no se extremaba la optimización económica de los convoyes y ultramarinos. El contenedor no existía, y en el río Flota Fluvial era la reina del Paraná, única bandera que navegaba el río. Ambas empresas se retroalimentaban, ya que las cargas del interior eran traídas al puerto de Buenos Aires para ser embarcadas al exterior y viceversa. Los buques ultramarinos no navegaban por el río Paraná.
Esta situación, monopólica, relajaba a los funcionarios en buscar la mayor eficiencia. Los presidentes de la empresa eran nombrados políticamente sin tener en consideración si eran idóneos. Algunos conocieron que era un buque al pasar del anonimato a funcionario.
Al ser nombrado administrador de Flota Fluvial, un hombre de la marina mercante, Luis Santos Casale, ordenó el arqueo de toda la flota, para optimizar el mejor aprovechamiento de los recursos, y sorpresivamente aparecieron remolcadores y barcazas abandonados en distintos puertos del Paraná.
En el tráfico ultramarino, sucedía que los buques perdían cargas por no demorar medio día la partida del puerto de Buenos Aires. Se abrían nuevos tráficos de fomento para conquistar mercados no tradicionales, lo que motivaba pérdidas que no fueron interpretadas debidamente y se aseguraba que ELMA daba pérdidas…
Nuestras exportaciones eran transportadas en 50 buques que cubrían casi todos los tráficos. No existía a la sazón, una administración racional, para hacer que cada unidad tuviera un mayor rédito positivo para la empresa y obviamente para el país. Cincuenta buques que transportaban las exportaciones argentinas hacia los mercados de consumo. Generaban riqueza. Unos tres mil millones de dólares anuales en fletes, (que podían ser más si se utilizaban mejor los recursos), ingresaban a las arcas del Estado.
En síntesis la marina mercante no sólo era una herramienta indispensable de nuestro comercio exterior, sino que además dejaba ganancias.
Hoy el mercado de fletes está estimado en unos siete mil millones de dólares en fletes, que ni uno sólo queda para el Estado Argentino, toda vez que no tenemos buques en la bandera argentina. Generamos el producto pero no el flete. Los millones de toneladas de soja, trigo, maíz, carne, entre otros se transporta en buques extranjeros.
Contrariamente, como a la presidente le gusta la aviación, el Estado (todos nosotros) estamos sosteniendo una empresa aérea: Aerolíneas Argentinas, ineficiente, que nos cuesta aproximadamente unos dos millones de dólares diarios, (empresa que no sabemos muy bien a quien pertenece), para transportar a gente rica ya que los pobres para ver un avión deben instalarse en la cabecera del aeroparque para verlos aterrizar o decolar.
La marina mercante no se puede reemplazar, mientras que un boleto de avión se consigue en cualquier compañía aérea.
Con los subsidios invertidos hasta ahora, se podría haber comprado dos líneas aéreas con una flota de aviones nuevos para cubrir todos los tráficos. Pero el niño mimado de la presidente, Mariano Recalde, le explica lo inexplicable para justificar todo este despilfarro producto del sacrificio de los argentinos, que podrían disfrutar de una mejor salud, de mejores hospitales, de mejores escuelas, de la erradicación del hambre en provincias del norte argentino, y quizás menos inflación…entre muchas otras cosas, pero la marina mercante, pese a las declamaciones, se mantiene ausente de la agenda presidencial.
Total a la presidente no le gusta la navegación por agua.
richard@desafioexportar.com.ar