Columna de opinión del Magister José Javier Díaz
Publicado: 27-11-2018
La tragedia del ARA “San Juan” y sus lecciones
Hace pocos días se cumplió el primer aniversario de la desaparición del Submarino ARA “San Juan” y sus 44 tripulantes, jóvenes argentinos que descubrieron su vocación militar y eligieron servir a la Patria.
La tragedia de este buque de la Armada Argentina volvió a colocar -después de muchos años de olvido y hasta humillación- a las Fuerzas Armadas (FFAA) y a la Política de Defensa entre los temas que mayor atención mediática de nuestro país, despertando un inusitado interés entre los dirigentes políticos (de todo el arco ideológico) y del común de la sociedad.
En los últimos días de noviembre del año pasado reconocidos analistas y académicos, funcionarios políticos y hasta algunas de las máximas autoridades militares llegaron a afirmar que la muerte de los 44 marinos del ARA “San Juan” marcaría un punto de inflexión en la Política de Defensa Nacional, que se impondría un nuevo “nunca más” en lo que hace a la postergación de las FFAA.
Más allá de algunos intentos de manipulación que ciertos líderes de la dirigencia política intentaron hacer para responsabilizar a sus opositores por la tragedia, el común de la sociedad tomó conocimiento de la crítica situación que atraviesan nuestras Fuerzas Armadas, dotadas con medios (aviones, buques, tanques, etc.) que son obsoletos para la guerra por tener hasta cuatro décadas de antigüedad y cuyos pilotos, soldados y marinos tienen un bajo nivel de adiestramiento.
Pese a que la Argentina es uno de los 20 países con mayor producto bruto interno (PBI) del mundo, que ocupa el octavo puesto mundial por extensión territorial y que posee enormes recursos naturales (minerales, petróleo, gas, pesca, etc.), también es una de las naciones más indefensas del globo, ya que en las últimas décadas asigna anualmente menos del 1% de su PBI a la Defensa Nacional y, de ese escaso presupuesto (casi la mitad del promedio que asignan los países de Sudamérica y Europa), más del 80% se gasta en el pago de los bajos salarios que percibe el personal en actividad (que además poseen un alto componente no remunerativo) y de las jubilaciones para los retirados.
En ese sentido, el Estado Nacional -desde el retorno de la democracia- ha carecido de una real visión a largo plazo sobre la forma en que debería planificarse e implementarse la Política de Defensa, donde el único común denominador de todos los gobiernos que se sucedieron desde 1983 hasta la fecha ha sido la constante reducción presupuestaria de nuestras Fuerzas Armadas.
La falta de equipamiento y su nivel de obsolescencia se pueden corroborar en la organización de la seguridad de la cumbre del G-20, donde se requirió la asistencia de otras naciones -cuya dirigencia política sí presta debida atención a la Defensa de sus intereses nacionales- para brindar una adecuada seguridad a la Ciudad de Buenos Aires, ya sea que se tratase de países que históricamente han intervenido en conflictos armados (como EE.UU., Inglaterra, Francia y Rusia) u otros con mayor tradición pacífica (como Canadá, Suiza, Brasil, etc.).
Volviendo a la tragedia del ARA “San Juan” y cómo se llegó a ella, sería aceptable decir que, en caso de guerra, hacerse a la mar en un buque que no estuviese en óptimas condiciones de mantenimiento y/o cuya actualización tecnológica de sus sistemas de armas y sensores no fuese la mejor, el Comandante y sus subordinados no dudarían en zarpar porque tendrían la convicción de que el riesgo que asumirían al cumplir la orden de soltar amarras y poner rumbo al enemigo sería en pos de defender nuestra soberanía, proteger los intereses vitales de la nación y a nosotros, sus habitantes.
Sin embargo, estando en época de paz, la zarpada del ARA “San Juan” en condiciones donde el buque presentaba diversas “novedades” en su alistamiento y un atraso tecnológico de más de tres décadas -la reparación de media vida no introdujo ninguna mejora respecto a sus prestaciones originales- nos lleva a pensar en la enorme vocación de servicio de sus 44 tripulantes que, pese a conocer los riesgos que implicaba patrullar el Mar Argentino en un submarino desactualizado y con un bajo nivel de adiestramiento debido al escaso presupuesto que recibe la Armada, no dudaron en cumplir con su misión.
Hace pocos días atrás se confirmaba el hallazgo del Submarino ARA “San Juan” y con las primeras imágenes de la nave siniestrada los especialistas dieron por tierra con una serie de hipótesis -algunas malintencionadas- que eran sostenidas por diversos actores políticos, quienes no dudaron en intentar manipular esta tragedia en su propio beneficio.
Ahora será la Justicia la encargada de determinar las responsabilidades que les caben a los funcionarios que ocuparon puestos políticos en el Ministerio de Defensa y también dentro de la propia Armada durante los últimos años.
Irresponsabilidad, ineptitud, indiferencia y obsecuencia, entre otras, son algunas de las razones por las cuales tendrán que responder altas autoridades políticas y militares que tuvieron -por acción u omisión- algún grado de participación en el lamentable desenlace de esta tragedia naval.
Es de esperar que ante tamaña tragedia -que se cobró la vida de 44 jóvenes y afectó para siempre a sus familias- la dirigencia política (gobierno y oposición) comprenda la necesidad de consensuar una verdadera Política de Estado en lo que hace a la Defensa Nacional, que trascienda las diversas ideologías en base a fundamentos técnicos, con una visión de largo plazo que permita dotar a las Fuerzas Armadas de medios adecuados (en cantidad y calidad) para cumplir su misión de defender la soberanía nacional sin poner en riesgo sus vidas.
Que el personal de las FFAA perciba bajos salarios en términos comparativos con sus pares de las Fuerzas de Seguridad (FFSS) o de otros organismos estatales (como Aerolíneas Argentinas, AFIP, etc.), no sólo no contribuye a motivar la postulación de aquellos jóvenes con vocación militar sino que también atenta contra la retención de muchos profesionales talentosos en los cuales el Estado invirtió cuantiosas sumas en su formación y que, cuando tienen hijos, en varias oportunidades priorizan brindarles un mejor pasar a sus familias en vez de continuar su desarrollo profesional en las FFAA.
Al día de hoy la Fuerza Aérea Argentina carece de aviones supersónicos y tiene menos del 20% de su espacio aéreo con cobertura de radares primarios; los buques de la Armada tienen más de tres décadas sin ningún tipo de actualización de sus sensores ni armamento (gran parte del cual está vencido) y de los dos submarinos en dotación ninguno está en servicio; los tanques, helicópteros y la mayor parte de la Artillería del Ejército tiene más de cuatro décadas además de contar con un nivel de reserva de munición que apenas permitiría sostener unas horas de combate…
Es hora que, de una buena vez por todas, los argentinos comprendamos que no debemos esperar a que sucedan las tragedias para tomar conciencia de los riesgos y consecuencias que trae la falta de planificación e inversión en las Políticas Públicas.
Los 44 héroes del ARA “San Juan” y sus familias esperan y merecen un gesto de concreto de la dirigencia política. Es hora de dejar de lado las chicanas y las diferencias ideológicas para construir un mejor futuro para todos los argentinos.
Mgter. José Javier Díaz
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