Este martes 15 de noviembre, recordamos con recogimiento y profunda emoción el trágico naufragio del submarino ARA San Juan (S-42) de la Armada Argentina, ocurrido ya hace cinco años, que costó la vida de sus 44 tripulantes.
Publicado: 15-11-2022
El 15 de noviembre de 2017, esta gran unidad de combate perteneciente a la Fuerza de Submarinos argentina mantuvo su último contacto con las autoridades navales, cuando se encontraba realizando una patrulla en el mar argentino, habiendo zarpado de Ushuaia con destino final la Base Naval Mar del Plata.
Encontrándose a la altura del golfo San Jorge, la nave comunicó haber tenido un principio de incendio a bordo en el balcón de barras del compartimento de baterías proa, como producto del ingreso de agua de mar al sistema de ventilación.
El submarino, cumpliendo el correspondiente rol de emergencia, salió a superficie y continuó su navegación con circuito dividido, es decir, manteniendo la propulsión solo con sus baterías de popa.
En la última comunicación efectuada, el comando de la unidad informó que la situación había sido controlada, que estaba navegando en inmersión en plano de periscopio y que tenía la intención de bajar hasta los 40 m de profundidad para poder ingresar al tanque de baterías a efectos de evaluar los daños y, de ser posible, reconectar.
Al no tener una nueva comunicación con el San Juan en el tiempo reglamentario, se inició el protocolo de búsqueda, que involucró a un gran número de embarcaciones y aeronaves de varios países.
Finalmente, luego de 367 días de incesante rastreo, el submarino fue encontrado a 907 m de profundidad en proximidades del lugar donde la Armada había dicho que estaba.
Y es así como los 44 protagonistas que hoy se mantienen y se mantendrán, por los siglos de los siglos, en Patrulla Eterna, han tenido el privilegio de navegar hacia la eternidad a través de su gran pasión: el mar.
Y en esta circunstancia, donde comprometieron todo, hasta su propia vida, para cumplir con la misión que les fue encomendada, las vastas profundidades de un océano inconmensurable les servirán de último fondeadero, donde tal vez no podrán recibir homenajes ni lágrimas y, quizás, tampoco las flores de quienes los recuerden por siempre.
Porque, como alguien ya lo ha expresado: “A estos MARINOS no se los llora, se los honra”.
¡Honor y gloria a los caídos del ARA San Juan!
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